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Mostrando entradas de diciembre, 2008

Anabel Caride Pérez - Céntrico, reformado, luminoso

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Sucedió otra vez. Nuevas caras, nuevos nombres en el buzón. Dos brochazos distraídos vistieron de limpio mis discretas paredes blancas, verde fosforito desde hoy. Antes que eso, papel pintado. Después quién sabe. La nueva inquilina, una de esas neohippies alternativas entraditas en los cuarenta y el Biomanán, me hizo pronto olvidar a su lejana tía segunda (la del Corazón de Jesús gigantesco que me asustaba por las noches). Ella y su bigote mosca. Fueron a parar al trastero también sus visillos voyeuristas y fue así como, uno de esos domingos remolones de churros y periódico de izquierdas, descubrí enfrente a Nico, el adolescente tolkiniano que se daba los buenos días con gallarda y magdalenas de oferta. Su santa madre ya por aquel entonces había desistido de lavar los cortinajes de la cueva, adoquinados con lamparones de semen reseco y boli distraído. Si la inspiración andaba cerca, entiéndase por tal a la teutónica guiri del primero izquierda, el albo afluente del onanista barrilloso ...

ANTONIO MUÑOZ MOLINA - CRÓNICA: IDA Y VUELTA

Me pongo las zapatillas de deporte y me echo encima una gabardina ligera y ya tengo todo el equipo que necesito para el deporte civilizado de la caminata. Caminar es un vicio saludable que se alimenta de sí mismo y que es gratuito, que lo empuja a uno a salir del sedentarismo de su cuarto de trabajo y reúne al mismo tiempo todas las ventajas confortadoras del hábito y las recompensas de la novedad y hasta de una cierta y casi nunca peligrosa aventura. Caminar una hora al día a paso vivo mantiene el cuerpo ágil y la inteligencia despierta y lo lleva a uno mucho más lejos de lo que suele imaginarse. Sales a la calle en la media mañana cristalina y fría de invierno y eliges un itinerario tan conocido que es como si los pasos mismos te guiaran, pero el espectáculo que encuentras es siempre distinto, y si hay esquinas, fachadas, perspectivas que se repiten, también hay pormenores en los que hasta ahora no habías caído en la cuenta, o cambios súbitos que sucedieron ayer mismo. Las caras de s...

Pablo Garcia Casado - ITHACA

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  la nostalgia no son flores secas en tu lecho es el viejo 2cv tirado en el desguace el insomnio no es el manto de negrura que cubre las callejas es un despertador que marca las 3:09 el miedo no es el brillo de las dagas a la luz de la luna sino hombres disfrazados de elvis detrás de las esquinas el destino no es la rosa de los vientos es un desvío por obras ítaca no es ítaca es san francisco Selección de poemas

Youkali - número 6: el conocimiento y el mundo (diciembre de 2008)

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  La podéis leer pinchando aquí

Isabel Bono - AGUJEROS

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  A veces, si no hace viento, baja a leer el periódico al chiringuito de la playa. Shorts, gafas de sol para recogerse el pelo y unas chanclas, se ata una pulsera de cuero en el tobillo izquierdo. Es su disfraz de turista. Eh, gitano, ¿qué es hacienda?, pregunta el alemán de pelo largo mientras acaricia a su perro. Yo no soy gitano, soy moro que bastante es. También cuenta que ha perdido los sesenta euros que le dieron por trabajar todo el día. Hoy no me llevo a casa más que el cansancio, dice. Ahora estoy cabreado, pero si duermo media hora se me olvida. Creo que estamos hablando demasiado alto, dice dedicándole una sonrisa. Ella niega con la cabeza y también sonríe. De repente se siente guapa. Se pone nerviosa, dobla el periódico, deja el dinero de la cerveza sobre la mesa y se marcha sin despedirse. Mamá, ¿dónde estabas?, llevo un rato llamando, ya me iba. Le da un beso a su hija y abre el portal. Vengo de nadar un rato, el médico me ha dicho que es lo mejor para los dolores ...

Cristina Morano - Lavabos de señoras/Narración en una sala sin asientos

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Lavabos de señoras Se reúnen las esposas en el aseo. Una de ellas me acuna en su hombro, soy un bebé llorando para ella. Nos ha pasado a todas, me dice, y se vuelve y se lava sus propias heridas. Afuera, en el hotel, los hombres celebran algo, aplauden al cantaor, canallean el pasillo en busca de bebida; saben a salvo su secreto, quizás hasta ahora mismo. Narración en una sala sin asientos I Y ahora el juez visiblemente encantado de no ser la víctima, me pide que relate aquellos hechos. Le había imaginado en muchas callejuelas en las noches que acaban sin zapatos bailando sobre la mesa de las cafeterías. No esperaba que entre las sombras de mi puerta, violentara igualmente el cuerpo y la casa que le acogían. No se puede vencer a lo que ni siquiera se concibe, probablemente la cara más real de este montaje que me considera mitad objeto, mitad animal todavía, y acude con máquina de escribir y cámaras y público a mi gesto de socorro. Ese mismo día acabé en comisaría, relatando todo de n...

Sonia Marcus Gaia - Sobrepeso de "Demonios en la linterna" (1999)

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    He pensado que hay un hueco tan gigante como la misma capa de ozono en mi cuerpo. Subsiste allí desde la era mesozoica, fosilizado de los sinsabores del género humano. Las dimensiones son inconmensurables (o inmedibles) porque cada día se expanden a 100 kilómetros por hora. Si sigo así tendré que usar tallas triple extra grande por el resto de mi vida, o peor aún, competir con la gorda más gorda del circo más famoso del mundo. Competirán nuestros propios pesos existenciales, pero como el aire no tiene peso, perderé la suerte junto a la lotería, como todos los viernes. Y como todo puede estar peor cuando todo empeora, me supongo que me sentiré conectada con el pejesapo que chochea alegremente en el estanque del jardín, quizás volaré entre las olas como un deforme y bello pez globo todo lleno de espinillas juveniles o, para colmo, a lo mejor serpentee sin control en las suaves profundidades del Caribe como un chapín de lo más gracioso. Da igual. Siempre me ha gustado el mar. Es el ...

Ana Pérez Cañamares - La amiga de mamá

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  La amiga de mamá llegaba a casa, con sus maletas cargadas de regalos y era como si la Navidad se hubiese presentado, fuera abril o septiembre. La amiga de mamá extendía mapas, repartía paquetes, nos disfrazaba de bereberes, desplegaba historias y fotos y por último colocaba su neceser entre nuestros jabones y cepillos de dientes, y así sabíamos que sería nuestra por una temporada. Las comidas se llenaban de sabores exóticos, los bailes eran voluptuosos y frenéticos, y hasta nuestros nombres cambiaban, y un día nos llamábamos Samarcanda, otro Tegucigalpa, o Gobi, o Tombuctú. En el colegio nuestros compañeros se disputaban el privilegio de venir a pasar la tarde en casa. Y la amiga de mamá, aunque por la noche la oíamos hablar hasta muy tarde frente a una botella de licor de extraños reflejos, la amiga de mamá nunca parecía cansada. Eso fue lo primero que me llamó la atención aquel día: su rostro exhausto, descansando sobre el regazo de mamá. No recuerdo a qué había bajado al salón per...

María Eloy-García - Transverberación de la vecina

José Ángel Barrueco - INSOMNIO

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  Poco después de conocernos, la chica me contó la historia de Eurídice, mito que responde a la irreversibilidad de la muerte. Confesó que padecía insomnio y que sólo durmiendo una noche en los cementerios (por algún siniestro morbo le atraía ese jeroglífico de cruces, cipreses y túmulos) podría curarse. La acompañé hasta allí y nos tendimos sobre las tumbas. Eurídice, como la llamo ahora, sanó de su insomnio, pero yo me convertí involuntariamente a esa región de las vigilias, no por el miedo sufrido entre aquellas tinieblas, sino por el hechizo de verla cerrar los ojos y entregarse al sueño, con una dulzura tal que su cuerpo pareció derramarse en mis brazos. Esa imagen de su hermosura, poética y macabra, me convence, a la hora de acostarme, de lo irreversible de mi condición de insomne: como necesito imaginarla, jamás duermo.