Sonia Marcus Gaia - Sobrepeso de "Demonios en la linterna" (1999)

 

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He pensado que hay un hueco tan gigante como la misma capa de ozono en mi cuerpo. Subsiste allí desde la era mesozoica, fosilizado de los sinsabores del género humano. Las dimensiones son inconmensurables (o inmedibles) porque cada día se expanden a 100 kilómetros por hora. Si sigo así tendré que usar tallas triple extra grande por el resto de mi vida, o peor aún, competir con la gorda más gorda del circo más famoso del mundo. Competirán nuestros propios pesos existenciales, pero como el aire no tiene peso, perderé la suerte junto a la lotería, como todos los viernes. Y como todo puede estar peor cuando todo empeora, me supongo que me sentiré conectada con el pejesapo que chochea alegremente en el estanque del jardín, quizás volaré entre las olas como un deforme y bello pez globo todo lleno de espinillas juveniles o, para colmo, a lo mejor serpentee sin control en las suaves profundidades del Caribe como un chapín de lo más gracioso. Da igual. Siempre me ha gustado el mar. Es el único lugar donde caben mis mortales suicidios. Es que el mar siempre ha sido solidario. No quepa la menor duda, desde los acantilados más feroces donde se han estrellado gaviotas hasta las más calmosas playas, destinatarias de turistas y náufragos, hay espacio, no lo dude usted, para todos (dimensionalmente hablando).

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