Frater Marcus - La visión de don Túngano

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Este es el libro del virtuoso caballero don Túngano, de las cosas que vio en el infierno, en el purgatorio y en el paraíso según aquí verán.

Era este don Túngano natural de una ciudad que era llamada Tierga. Era mancebo de edad de veinticinco años, era muy apuesto y muy hermoso sobre cuantos hombres en el mundo en su tiempo había. Estaba metido en el mundo que nunca tenía en mientes, ni se membraba de nuestro señor Jesucristo, ni curaba jamás de ir a la iglesia, ni dar a los pobres por Dios, ni los podía ver ante sí. Y tanto era metido en el mundo que no tenía otro vicio, salvo con las mujeres, y traerse muy galán y comer manjares de muchas maneras. Y en todas estas cosas y otras muchas era su vicio.

De manera que pensaba que no había otro Dios, ni otra cosa, salvo en el vicio que se daba. Y metido en el mundo, en los deleites y placeres de él, con las mujeres y buenos comeres,  y no tenía cuidado de su alma, ni se membraba de ella, ni siquiese de morir. Su mancebía y hermosura toda se tornaba en vanidad del mundo; mas ante enojo era decirle que hiciese limosna a los pobres por Dios y por su amor, maguer  que era en desperder  sus bienes. Y como nuestro Señor Jesucristo es tan piadoso quiso que este hombre, maguer fuese tan pecador que dejase a nosotros ejemplo entre todos los que vivimos en este mundo, de las cosas y penas que vio y pasó porque nos guardásemos de no hacerlas y obrarlas.

Este  caballero estuvo por cuatro días muerto  y fue llevada su ánima a muchos lugares y traída por muchas penas, las cuales aquí oiréis y las vio y los malos que yacían en ellas, y vio la gloria donde estaban los buenos y los que en ella se les daba.

Esto  duró desde el miércoles a hora de vísperas hasta el sábado a la misma hora de vísperas. Y yacía en tal guisa que todos cuidaban que era muerto, y le hubieran enterrado, sino por un poco que le hallaban caliente en el rostro siniestro. Y así estando otro día que era sábado a hora de vísperas, comenzó a despertar y abrió los ojos y vio ende muchos clérigos, legos y mujeres que eran venidos, como a hombre que estaba muerto para enterrarlo. Y cuando le vieron abrir los ojos se comenzaron a maravillar y espantar, y comenzó a menearse.  E hizo señales que le trajesen el cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo y lo recibió, y después que lo hubo recibido comenzó a dar muchas gracias a nuestro señor Dios y a decir: “Señor Jesucristo, mayor es Tu Misericordia que mi maldad, maguer que son muchas mis maldades. Señor, cuantas tribulaciones, trabajos y males me mostraste, empero de todas me libraste por tu grande e infinita misericordia y poderío, y me sacaste de los abismos hondos de la tierra.

Y después este caballero Túngano partió e hizo limosnas de todas las cosas que tenía y las dio a los pobres y enmendó su vida que bien amonestada y espantada venía de las penas que sufriera y viera. Y muy grande sabor, placer y alegría tenía de los grandes bienes, deleites y cosas que en la Gloria viera.

Comenzando la obra conviene que comencemos a andar y decir las cosas que acontecieron al ánima de este caballero después que fue salida del cuerpo. Comenzó a tener gran temor, ca se sentía mucho errada y no sabía que hiciese, y quería tornar al cuerpo y no podía entrar en él y no sabía a cuál lugar se fuese. Ca se hallaba desamparada de todo bien, salvo de la misericordia de Dios. Y como ella estaba así tremiendo, llorando y recordándose de los males que había hecho, vio venir una gran compañía de diablos Y no tan solamente por la casa donde yacía y estaba el cuerpo, mas las plazas eran todas llenas de ellos, y cercaron el ánima de todas partes y la comenzaron a espantar muy fuertemente y decían: “Cantemos cantares de muerte y de comer de fuego. Amiga de tiniebla enemiga de luz.” Y con muy gran espanto hacían y decían. “Cativa mezquina, éste es el pueblo que tú escogiste, con los cuales arderás en el fuego del infierno por siempre jamas. Y mudadas son tus nuevas de tus deleites. ¿Por qué no eres ahora soberbia como solías?, ¿por qué no haces fornicio como solías?, ¿por qué no codicias lo ajeno? y ¿por qué no vuelves escándalo entre los hombres que se maten como solías? Cinco son tus vanaglorias y vanidades, ves tu vanagloria y ves tu alegría, ves tu vano reír, ves tu vano comer, ves tu vano vestir, ves tu vano calzar que tu tenías, demás que poco dabas a los pobres, ¿qué son de tu vanaglorias y locuras que tu hacías?, todo es pasado y tu penarás siempre por ellas.

La mezquina del ánima oyendo tales cosas como estas, y viendo tan mala visión estaba muy espantada y afligida, y no sabía qué hacerse. Y mientras ella estaba tremiendo y llorando vio venir un ángel como estrella muy clara, saludándola y diciéndole: “Dios te salve, ánima pecadora” y consolándola mucho. El ánima cuando lo vio con gozo comenzó a llorar y a decir: “Oh, mi Señor Padre, de los infiernos me cercaron los diablos de muy gran temor. Entonces el ángel le respondió y le dijo: “Ahora me llamas tú “Señor Padre” cuando te ves en priesa, lo que ante no hacías cuando eras en tu poder.” El ánima dijo: “Señor, yo no fui en mi poder, mas cuando oí tu voz me alegré.”

Respondió el ángel y dijo: “Siempre te seguí después que naciste e iba contigo doquier que tú ibas; mas nunca quisiste creer mis consejos, ni hacer mi voluntad con ellos. Mas ahora sabe que Dios es contigo y ninguno será contra ti, y ninguno no podrá tanto como nosotros. Vamos aquí adelante.”

Entonces el alma se fue tras el ángel y comenzó a seguir. Así como comenzaron a irse al infierno donde no había otra luz, sino, solamente, la luz del ángel; y fueron en un valle muy tenebroso y espantable; era muy hondo y lleno de brasas ardientes, mas no lucían, y había una cobertura de hierro que tenía seis dedos en gordo y cubría todo el valle. Y así andaban aquellas brasas, en el calor de ellas arrojaban la cobertura, y hedían muchas almas mezquinas que se quemaban y freían así como en sartén y se encendían. Y después que eran quemadas y fritas las colaban por aquella cobertura así como cera derretida por paño, y caían en aquellas brasas encendidas. Y cuando el alma vio a esta pena tan grande, con gran dolor dijo al ángel: “Te Ruego, señor, que me digas: ¿qué merecieron estas ánimas que reciben tan gran pena?  Respondió el ángel y dijo: “Estas son las penas de los matadores y de los soberbios; de los que lo consentían y de aquellos que los ayudaban. Y tú penas merecías, mas ahora no las sufrirás; mas guárdate después que tornarás a tu cuerpo que no hagas porque que estas penas y otras mayores sufrirás”, y después de esto dijo el ángel: “Curemos de andar, ca luenga  carrera tenemos”.

Y fueron más adelante y vieron un monte muy grande y muy tenebroso en una muy grande angostura y la carrera muy mala de una parte, y de la otra parte era llena de muchos diablos que estaban aparejados para tomar las almas. Estos diablos tenían horcas de hierro muy agudas y garfios y otras aparejos con que empellaban las almas y daban con ellas en el fuego, y en el hielo y en la nieve, y así andaban las mezquinas de las almas de pena en pena. Entonces dijo el alma al ángel: “Te Ruego, señor, que me des la mano” entonces el ángel extendió la mano a uno de aquellos diablos que mas hacían por el escarnio, y le dijo: “Aqueste  es el que tu creías y cuya voluntad hacías, y despreciabas a mí. Mas empero seí segura que Dios ha tenido piedad de ti y no sufrirás tales penas como tu mereces, maguer que pases por muchas de ellas. Mas después que tornaras al cuerpo conviene que enmiendes tu vida. Porque dé para bien mientes a todas las cosas que verás y reténlas bien.” Los diablos cuando esto oyeron comenzaron a decir mal de Dios porque tenían aquella alma que era suya y que la perdían por Él y decían que Dios no era justiciero. Mas empero derecho es que aún hincar a tiempo que tornar a allá a hacer penitencia, pues el cuerpo había de tornar, después de esto dijo el ángel al alma, “empecemos a andar”, entonces dijo el alma: “Oh, mi señor, si tras ti fuere estos diablos me han tomar y han de llevarme a las penas infernales.”

Respondió el ángel y dijo: “No tengas  miedo ni temor que más vale uno de nosotros que todos ellos”. Y dijo el alma: “Te ruego señor que me digas ¿de cuáles son estas penas?” El ángel le respondió: “Estas penas son de los soberbios”.

Entonces dijo el ángel “andemos” y comenzaron a andar e ir a un lugar muy hondo, y muy tenebroso, en hondo de aquel valle no podían ver sino que oían gran ruido de un río muy grande que corría por aquel valle y de aquel valle salía muy grande humo y hedor así como de cárcavos podridos y oían ende muy grande llantos y muy grandes plantos y muy grandes dolores de muchas almas cuitadas mezquinas que en el yacían dándoles penas mortales.

Y una tabla estaba por puente puesta de una parte a la otra que tenía mil pasos en luengo y un pie en ancho y era todo lleno de clavos agudos, por cual puente ninguno puede pasar que no caía ayuso sino aquel que es mucho escogido y bueno, y muchos vio el alma caer ayuso. Allí vio venir el alma de un peregrino y pasar por ella muy seguro y muy aina y traía una esclavina vestida y una palma en sus manos, y el alma cuando vio la pasada tan mala dijo al ángel. “Oh, mi señor padre, ¿cómo podré pasar por este puente tan estrecho que no caía ayuso? Respondió el ángel y dijo: “no puedes excusar que no pases por ella”, y el alma yendo por el puente se le metían los clavos por los pies de que sentía asaz grave pena, em-pero maguer que tenía los pies llagados, y no podía mayor pena sufrir mas lo quería pasar que no caer ayuso. Entonces como hubo pasado dijo el alma al ángel: “Te ruego, señor, que me digas ¿de cuáles son estas penas?”

Respondió el ángel y dijo: “Esta pena es de los soberbios, y aquellos que están al hondo en este monte tan oscuro y tenebroso y este hedor es de los ladrones que matan los hombres por los caminos. Y esta carrera tan estrecha que ves es de los alcahuetes, y de los que andan en vanidades.” Entonces dijo el ángel al alma “andemos ca otras penas verás muy mayores.”

Entonces se comenzaron a ir por una carrera muy fuerte y muy mala. Así como iban por aquella carrera tenebrosa no veían otra luz sino la del ángel. Y el alma iba muy cansada del gran trabajo y vio mucho delante una bestia tan grande y muy mayor que todos los montes que de antes había visto. La cual bestia así era hecha que no hay hombre en el mundo que lo pudiese pensar. Ca semejaba oteros y muy grandes sierras y valles encendidos. Y la boca que tenía abierta semejaba que podían caber por ella mil de caballeros armados. Y tenía ella en si muchos sirvientes, los cuales de ellos tenían la boca ayuso, y los pies arriba. Estaban en manera de dos gradas con almenas atravesadas en la boca de aquella bestia que se desparcía por tres partes. Por las que las llamas venían las mezquinas de las ánimas a entrar en el vientre de aquella bestia. Otro si por su boca salía muy gran hedor y muy grandes voces de llantos y dolores de muchas ánimas que yacían dentro y sufrían muchas penas. Delante de aquella boca estaban muy grandes compañías y diablos y atormentadores de las ánimas. Y cuando les habían dado muchos tormentos que no le podrían decir, las hacían entrar en el vientre de aquella bestia. Entonces viendo el alma tan mala visión dijo al ángel. “Oh, mi señor, ¿por qué nos allegamos a esta bestia tamaña? Respondió el ángel y dijo: “No podemos nuestra carrera acabar menos que no lleguemos a ella”. Y el ángel desapareció y quedó el alma sola, y luego en ese punto la cercaron los diablos así como canes rabiosos y la atormentaron fuertemente y desque le hubieron dado muchos tormentos la metieron en el vientre de aquella mala bestia. Cuantas penas allí sufría no hay hombre que lo pudiese pensar, y mucho hedor y mucho fuego y otros muchos tormentos que contar ni decir no se podrían. Y como ella yacía allí llorando sus penas y culpas y pecados y causándose así mesma por las cosas y pecados que había hecho, por los cuales sufría aquellas penas tan grande y cuando no se cató se vio fuera. Y como ella yacía toda quebrantada y muy atormentada abrió los ojos, y vio el ángel que la había dejado. Entonces dijo: “Oh, mi señor, oh, mi ayuda, oh, mi luz cuantas gracias debo dar a Dios por tanto bien como me hizo en darme a ti por guardador. Entonces el ángel dijo: “No desmayes que mayor es la misericordia de Dios que tu maldad, maguer que dará a la fin a cada uno lo que merece. Ca así como lo mereciere así lo dará galardón. Por ende guárdate cuando fueres en tu poder que no hagas cosas porque merezcas pena, sino estas y otras penas muchas y mayores sufrirás”.

Entonces el ángel la tomó y le dio fuerza como pudiese andar. Y el ánima viéndose alegre y fuera aquella pena, esforzada dijo al ángel: “Te ruego señor que me digas ¿de cuales son estas penas tan grandes?” Respondió el ángel y dijo: “Esta pena es de los avariciosos y de los que tienen mala voluntad contra su cristiano”.

Mas como fuesen más adelante vieron un muy grande lago, en el cual se alzaban las ondas de guisa que no podían ver el cielo. Allí estaban muchas almas que penaban, y tamaña eran las ondas que semejaban torres. Sobre aquel lago estaba un puente muy luengo. Y en aquel puente había dos hilos de navajas muy agudas. Era mucho más luengo que el otro que habéis oído y mucho más estrecho y angosto, todo lleno de navajas muy agudas; y era de muy gran temor, porque las alimañas bravas que eran los diablos estaban ayuso para tragar las almas que cayesen de aquel puente. Y allí vio el alma otra alma en el puente maguer que estaba y tenía los pies tajados de las navajas que no se podía tener, todavía quería pasar por ella, y sufría aquella pena antes que no caer ayuso en las bocas de aquellas alimañas. Y el alma cuando vio que tenía de pasar ella dijo al ángel: “Oh, mi señor, yo te ruego que me digas ¿de cuáles es esta pena?” Respondió el ángel y dijo: “Esta pena es de los que hacen hurto quier que sea poco quier que sea mucho. Mas no sufren en las penas igualmente que los que toman poco. Y tú debieras y tenías de pasar por ellas. Mas por la gracia de Nuestro Señor serás librada. Mas con todo esto conviene que ahora has de pasar por ella acuérdate de una vaca que tu hurtaste a tu compadre, mas sin miedo pasarás por ella”. Respondió el alma: “Si la vaca hurte a su señor la torné” . Respondió el ángel: “Por eso la tornaste que encubrir no la pudiste, empero no sufrirás tanta pena como si la hubiese tenido en ti”. Entonces apareció la vaca con boca muy brava y muy fuerte. Así que por manera del mundo no lo podían tomar, mas desque la tomó acuestas y comenzó a andar por el puente como la vaca era pesada y grande y el puente muy luenga y angosta que no podía ir por ella a la veces el alma caía en el puente sobre las navajas, y a las veces se le caía la vaca que no la podía llevar. Y yendo en esta pena ya que llegaba a la mitad del puente encontró aquel que llevaba el haz de trigo a cuesta. Allí veréis el apretamiento de los dientes temiendo cual de ellos había de caer. Entonces dijo el alma a la otra alma: “Te ruego, señor, que me dejes pasar”, y la otra alma respondió, y dijo: “Mas yo te ruego que me dejes tu a mi pasar, ca con muy gran trabajo soy aquí venida”. Mientras que así estaban conteniendo con muy gran temor de caer ayuso acusándose cada una así misma del mal que habían hecho, por lo cual sufrían aquel temor y aquellas penas y aquel dolor. Ca tenían los pies cortados, y no podían andar adelante ni tornar atrás. Estando en este gran peligro le apareció el ángel, y le dijo: “Alma, bien seas venida, y no hayas mas cuidado de la vaca librada eres de ella, ca hecho has enmienda de este pecado”. Entonces el alma le mostró los pies como los tenía despedazados de las navajas, y dijo que no podía andar. El ángel le dijo: “Recordarte, deberías, de como eras presto para andar en vanidades; que sino fuese por la misericordia de Jesucristo muy malamente pasarías”. Entonces dijo el alma: “Yo te ruego, señor, que me digas de cuales es esta pena. El ángel le dijo: “Yo te lo dije de primero que de los que toman lo ajeno, y no hacen penitencia de ello”. Entonces dijo el ángel: “Comencemos a andar, ca un atormentador muy grande y muy negro y muy cruel te espera que tiene el oficio y la pasada que no la podemos huir, maguer que muchos ha de huéspedes, y siempre desea mas”.

Y como iban andando por unos lugares muy ásperos y oscuros y muy espantables. Vio el alma una casa abierta la cual era así alta como un gran monte, y era redonda como un horno encendido. La llama del cual mil pasos en derredor quemaban cuantas almas hallaba. El alma cuando vio esta casa tan mala dijo: “Ay, mezquina, aquí llegaremos a las penas de la muerte”. Respondió el ángel, y dijo: “De esta llama que sale de esta casa serás librada, mas con-viene que entres dentro, y llevarás mayor pena”. Entonces vio el alma estar muchos atormentadores en semejanza de canes rabiosos y tenían segurones y cuchillos para despedazar las almas que están y van en aquella casa. Y después que las han despedazado dan con ellas en una casa ardiente donde sufran allí muy grandes penas, esto por lozanías y lujurias que tenían hecho y hicieron cuando eran en su poder.

Entonces dijo el alma al ángel, cuando vio que esta era pena mayor que todas las otras que visto había: “Te ruego señor que me libres de esta pena, y me metas en otras penas aun que sean mayores”.

Esta bestia era muy desfigurada y muy desemejada a todas las otras que antes había visto. Esta bestia tiene dos pies muy grandes, y dos alas en el cuerpo muy grandes y muy largas, el rostro como fuego, y uñas muy agudas, y le salía por la boca de su cabeza muy grandes llamas. Esta bestia estaba sobre un grande lago que era allí hallado. Y tragaba cuantas bestias y almas hallaba y podía haber, y después que las había tragado sufrían en su vientre muchos tormentos, después las paría y caían en el lago que era allí hallado, y saliendo de aquel grande frío del lago caían en grande fuego. Todas aquellas almas que yacían en aquel lago se hacían preñadas, y cuando tenían de parir tan grandes hacían los clamores y los llantos de los dolores que pasaban que no hay hombre que decir lo pudiese. Y allí también se empeñaban los hombres como las mujeres, y las mujeres no parían donde solían parir, mas parían por brazos y por las piernas y por las coyunturas, y parían bestias y sierpes y bestias malas que tenían rostros agudos con los que les mordían los cuerpos donde salían. Las colas tenían agudas retornadas como anzuelo y no las dejaban salir del cuerpo donde nacía. Y por esta razón tornaban las sierpes a las almas y las comían con este gran dolor daban muy grandes voces y alaridos, que no tenían tan solamente una hora de descanso y piedad los diablos, ni compasión con ellas. Mas continuo las atormentaban sin cesar. Entonces con gran dolor dijo el ánima de Túngano al ángel: “Te ruego señor que me digas que pena es esta, o que merecieron estas almas, porque sufren tan graves penas y tan grandes”. Y respondió el ángel y dijo: “Estas penas merecieron aquellos que debían ser mejores que los otros causo de ello y no lo son, porque tienen las lenguas en el maldecir sufren los muesos de las serpientes que ves, esto mismo acontece a los clérigos y doctores de la santa madre iglesia y de todos los otros prelados que gravemente pasasen y sufriesen esta pena”. Entonces le desapareció el ángel, y los diablos luego la prendieron, y la llevaron donde estaba la bestia, y se la dieron a tragar. Cuanta pena y cuanto trabajo ella allí sufría no hay hombre que lo pudiese pensar ni contar. Y después la bestia la echo de su vientre, y cayó en el lago donde sufría muy gran dolor y pena. Y entonces el ángel con gran dolor volvió a ella, y le dijo: “Vente a mí, amiga mía, ca no sufrirás más estas penas”, y la sanó de las llagas, y le dijo: “Vamos adelante”, y comenzaron a ir por lugares muy tenebrosos y muy peores que los que antes habían visto, y la carrera era muy estrecha y muy angosta, por la cual iban subiendo y descendiendo como por un monte así tan alto que no se podría comparar, como si descendiesen a los abismos, y la descendida era así como si se despeñase el hombre por alguna parte que no hubiese detenimiento alguno y cuanto mas el alma iba descendiendo tanto menos veía la tornada por donde tenía de tornar. Ca no había otra luz sino la del ángel. Entonces dijo el alma al ángel: “Te ruego, señor, que me digas esta carrera que así vemos en tan grande tribulación ¿qué es? Respondió el ángel y dijo: “Carrera es del hombre que va a la muerte”. Como fuesen más adelante con muy gran trabajo vieron un valle donde estaban muchas fraguas, y oían muchas voces y llantos de las almas que yacían. Entonces dijo el alma al ángel: “Señor, ¿oyes tu estas grandes voces que yo oigo? Respondió el ángel, y dijo “si, ca estas voces son de las ánimas que en él son atormenta-das, porque vean si eran dulces los deleites del mundo”. Entonces dijo el alma: “Señor, ¿yo tengo de estar atormentada en él? Y dijo el ángel: “Sí”. Y cuando lo oyó el alma, comenzó a llorar. Y cuando llegaron acerca, vinieron los diablos a recibir el alma con tenazas de fuego encendidas, y no le decían ninguna cosa, y la prendieron, y dieron con ella en el fuego, y luego la comenzaron a desollar los pellejos encendidos, y la quemaban con otras muchas almas que yacían dentro, y se derretían así como plomo, y después que eran deshechas se hacían así enteras como primero, y se tornaban como se estaban. Y después tornaban los diablos con garfios de hierro y tenazas, y las ponían sobre una yunque, y las herían con los mazos de hierro en tal manera, que las ánimas todas que así eran puestas y heridas se hacían una pella redonda. Y maguer que tanto martirio sufrían no podían morir, ca ellas mucho lo deseaban. Y aquellos atormentadores decían “no abonda esto”, y los otros que estaban en la otra fragua decían, “Echadlas acá; veremos si abastará”, y se las arrojaban allá. Y antes que llegasen a tierra las recibían en las tenazas de hierro, y daban con ellas en el fuego y las quemaban así como de primero, hasta que todas se quemaban y se tornaban como centellas de fuego ardiendo. Esta ánima, mientras que en esta pena estaba, el ángel, y la sacó de allí, y le dijo: “¿Cómo te va? ¿has visto otro semejante?, dime, ¿eran tan dulces los deleites del mundo, por los que les has sufrido estos tormentos tan grandes? Y el ánima no le pudo responder, tan era ya flaca y atormentada. Y entonces el ángel la confortó, y le dijo: “Mayores penas verás de las que has visto, de las cuales serás librada por la gracia y misericordia de Dios, que todas las almas que has visto esperan salvación, y las otras que están en los lugares que verás que son juzgadas nunca serán libradas ni saldrán jamás de allí”. Ca así lo dice la escritura: “quien en los infiernos es nunca tendrá redención ni salvación”. Y comenzaron a andar, y hubieron muy gran espanto y muy gran hedor, y vieron tinieblas muy mayores que antes habían visto. Y oyeron tan grandes voces llantos y ruido, que todos los funda-mentos de la tierra se movían. Entonces le desapareció el ángel. Y el ánima oía llantos de dolores de ánima tan grandes como tronidos. Y cató y miró a todas partes si viera el ángel por donde había ido, mas no lo vio.

Y cató ante sí y vio un hoyo en esta manera como hoyo de pozo. Y salían de él vivas llamas que semejaba que hasta al cielo llegaban, Eran en aquellas llamas muchas ánimas con los demonios, y se alzaban muy fuertemente, y venían a caer en aquel hoyo ardiente, y yacían en esta pena muy sin piedad. Y el ánima cuando lo vio, entristécele en sí misma, y comenzó así a decir: “Oh, mezquina, ¿por qué no quise creer las Santas Escrituras ni los con-sejos de los hombres? ¿Por qué quise hacer los deleites del mundo y no seguir las cosas buenas que debiera? Y los diablos cuando oyeron todas estas cosas, la cercaron a todas partes así como canes rabiosos, y decían. “Oh, mezquina, ¿a qué viniste aquí, o quién te trajo acá a estos martirios y tormentos? Ca ahora serás echada en penas donde nunca saldrás y nunca verás luz, y nunca tendrás alegría, mas siempre tendrás penas y tormentos? Y dijeron los diablos. “En que estamos, démosla a tragar a Lucifer”. Y aquellos demonios eran negros y manchados y los ojos semejaban hachas encendidas, y los dientes tenían blancos como la nieve, y tenían colas como escorpiones, y alas como buitres, y las uñas agudas como de hierro, y la estaban amenazando mostrando los aparejamientos contra ella que tenían con que atormentaban las otras ánimas que iban al infierno. Mas empero no le podían hacer otro mal sino que la espantaban las otras ánimas.

Estando ella en este temor tan grande vino el ángel y conjuró los diablos y le dejaron con el alma solos, entonces dijo: “Gózate, hija, ca librada eres de este mal. Ca muchas penas verás, mas no te empecerán ni te podrán dañar.

Y ven acá y mostrarte he el enemigo del humanal linaje”, en aquella hora comenzó a ir el ángel y descender en el infierno, y allí vio el ánima tantas penas que sufrían los que allí estaban dentro, que maldito es el vientre de su madre del que allí fue llenado. Y el ángel y el alma veían cuantas estaban dentro. Mas aquellos no podían ver a ellos, tan grandes eran las tinieblas y la oscuridad. Y aquel Lucifer tan grande bestia parecía que sobraba a todas las otras bestias que nunca había visto. Su hechura era tal cual otros, era negro como cuervo, tenía figura como hombre desde los pies hasta la cabeza, salvo que tenía muchas manos; tenía la cola grande, era esta muy espantable, y tenía en ella mil manos, en cada una de ellas tenía cinco palmos. Y las uñas de las manos y de los pies eran de hierro, y eran tan luengas como lanzas, y toda aquella cola era llena de aguijones muy agudos para atormentar y meter las ánimas que yacían en encendidas sobre un lecho de hierro que era hecho como parrilla y so  aquel lecho estaban tantos fuegos encendidos los cuales sonaban muchos diablos, y lo cercaban de muchas ánimas, cuantas no hay hombre que lo pudiese pensar ni menos contar ni creer. Que todas las personas del mundo después que fue formado creía que estaban allí en aquella estancia mala con Lucifer.  El cual estaba por todas las coyunturas del cuerpo con cadenas ardientes preso. Cuando tornó de una parte a la otra le veía que tenía encendidas aquellas manos con gran ira de si mismo del dolor que tenía y sufría, prendía a cuantas ánimas podía alcanzar, y las exprimía así como a racimo de uvas entre las manos, y las ator-mentaba muy fuertemente, en manera que no había ninguna que fuese sin lesión. Y después las soplaban y las desparcían  por diversas partes del infierno. Y luego salía la flama del pozo que de antes dijimos y las quemaba muy fuertemente, y cuando traía el fuego contra si las recibía todas en su vientre, y sufrían penas in-fernales. Y si alguna ánima podía huir de sus manos la hería muy fuertemente con la cola, y aquella mezquina de aquella bestia decían Lucifer sufría muy grandes penas. Entonces dijo el ánima al Ángel. “Te ruego, señor, que me digas esta bestia tan mala y tan cruel ¿qué nombre ha? Respondió el Ángel y dijo: “Este es Lucifer  que comienzo de las criaturas de Dios que vivían en los deleites de Paraíso. Y si este Lucifer suelto estuviese los cielos y la tierra temblarían, y aun los abismos así mismo, ca esta muchedumbre de diablos que tu aquí ves muchos de ellos fueron Ángeles del cielo. Y estos otros son los hijos de Adán que pecaron mortalmente, y no hicieron penitencia, y por esto están en estos lugares y penas que ves, y por ello viven en estos lugares adonde nunca han de salir y morarán para siempre con este enemigo mortal y en esta pena y compañía mala recibiendo muy grandes dolores, y muy grandes penas sin fin.
Entonces dijo el alma al ángel: “Te ruego señor que me saques de aquí de este lugar atán malo que en solamente ver esta visión tan mala me conturba mas que todas las otras cosas y penas que he visto y sufrido, porque aquí veo muchos parientes míos conocientes y de la compañía que yo serví, y yo fuera en ella si la misericordia de Dios no me acorriera ”. Entonces el ángel con muy gran alegría dijo: “Alégrate, ánima bienaventurada. Ca hasta ahora viste las penas de los malos, y ahora de aquí adelante verás la gloria de los buenos”.

¢ Aquí son acabadas todas las penas malas de todos los malos. Y el ángel lleva esta ánima a ver las glorias y los buenos adonde están, y que gloria recibe cada uno, según que aquí veréis.
En aquella hora comenzaron a salir de aquel lugar. Y el alma viéndose ya libre de aquellas penas, con muy gran alegría dijo al ángel: “Señor, ¿en qué guisa soy tan aína mudada, que de antes era ciega y ahora veo, y de antes era triste y ahora soy alegre, y de antes tenía miedo y ahora no?”. Y le respondió el ángel y dijo: “No te maravilles, que esto es el mandamiento de la mano de Dios. Bendícelo por cuantas mercedes te a hecho y piensa de seguirme”. Y comenzaron a andar; y vieron un muro muy alto y ante del muro vieron muy grandes compañías de hombres y de mujeres que sufrían viento y agua hambre y sed. Estaban muy tristes mas empero tenían luz y no tenían hedor. Y el alma preguntó al ángel y dijo: Señor te ruego que me digas ¿quién son estos que están aquí que moran en esta holgura a respeto de los que antes habíamos visto?, y el Ángel le respondió y dijo: “Estos son los que no fueron mucho malos y guardaron la ley. Mas porque no cumplieron las cosas y obras que tenían con los pobres sufrirán algún tiempo aquí pena, y después irán a la gloria”.

Y después de esto fueron más adelante, y vieron una puerta que se les abrió luego, por la cual así como entraron vieron un campo muy hermoso y muy florido de muy buen olor, y de muy gran claridad, en el cual había gran muchedumbre de almas, las cuales todas se alegraban con ella, y allí era una fuente de agua muy dulce. Entonces el ánima con gran alegría dijo: “Oh, Señor Jesucristo, muchas gracias te sean dadas, ca por Tu Santa Misericordia me libraste de las penas de la muerte, y me trajiste a esta gloria tan grande. Y ahora creo que es verdad lo que dice la Santa Escritura: Ni ojos vieron, ni Orejas oyeron, ni corazón de hombre pensaría cuanto bien, cuanta Gloria, cuanta alegría, cuanta buena ventura y descanso tiene Nuestro Señor Jesucristo aparejado para lo que le sirven. Entonces dijo el ánima al ángel. “Te ruego señor que me digas, ¿de cuáles es esta pena a mas esta gloria y este lugar tan dulce y esta fuente que nombre ha?” Respondió el ángel y dijo: “Aquí moran los buenos, empero porque no fueron tan buenos como podían ser, por ello merecen ser de tan luengo apartamiento de la compañía de los santos, y estarán aquí algún tiempo. Y esta fuente que dices es de vida, y viven por siempre jamás los que beben en ella. Y fueron más adelante, y vio el alma unos de sus conocientes, entre los cuales vio dos reyes que el muy bien conocía. Y dijo el alma al ángel: Señor dime esto que veo ¿cómo es?, Ca estos dos reyes bien los conozco yo, y se que fueron muy enemigos ambos dos y de muy mala vida, ¿cómo vinieron y están aquí en esta gloria? Y el ángel le respondió, y dijo: “Sepas que antes que muriesen hicieron digna penitencia cada uno de ellos. Y el uno de estos estuvo luengo tiempo enfermo, y prometió que se viviese y sanase de aquel mal, que entraría luego en ordenes. Y el otro nembrándose de cuantas malas cosas había hecho, partió y dio en limosna todo sus bienes a los pobres, porque Dios le perdonase todos sus pecados y hubiese misericordia de él. Y por esto que así hicieron están en estas glorias que ves. Y tú así contarlo has allá cuando fueres en el mundo”. Y el ángel dijo: “Vamos adelante”.

Y yendo como iban, vieron un palacio muy honrado y de muy gran edificio de metales. Toda la hechura de él era de oro y de plata, y de piedras preciosas, y de otras cosas ricas de muy gran valor. Y tenía en el muchas y infinitas puertas que resplandecían como el sol. Y por cuantas querían entrar por tantas entraban, y no veían mas de cuanto querían entrar. Y era este palacio mucho ancho y redondo, y no tenía estello ninguno, mas estaba todo sobre columnas, y tenía el suelo de oro y de Piedras preciosas, en el cual el ánima mucho se deleitaba, acatando y mirando aquella tan gran hermosura y nobleza de como era obrado. Y vio estar en él un rey en una silla muy bien vestido, de tales vestiduras cuales nunca hasta entonces otras tales había visto. Y mientras ella estaba así mirando, vio venir ante el Rey muchos hombres que le ofrecían doblas de oro, y vio venir muchos sacerdotes con sus vestiduras muy nobles, y traían cálices de oro y de plata en las manos, y con arquetas de reliquias, y las ponían sobre tablas muy hermosas. Así que era aquel palacio tan honrado y tan hermoso y tan glorioso, que cuasi mayor gloria en el reino de Dios no hubiera. Y cuantos servían a aquel rey, todos se servían de hinojos en tierra hincados delante el, y decían un verso de psalterio que dice así: “Del trabajo de tus manos comerás, y serás bien aventurado, y tendrás siempre gloria.” Esto dicen aquellos que allí están que habían hecho e hicieron muchos bienes y limosnas a los pobres, entonces dijo el ánima al ángel. “Te ruego, señor, que me digas ¿qué es esto que de tantos como veo que sirven a este rey que es mi señor, no veo aquí ninguno de aquellos que le servían cuando era vivo en el mundo? Y el Ángel le respondió y dijo: “Tú sabrás que no está aquí ninguno de la compañía de los suyos que se servían en el mundo mas aquestos son a los cuales partió y dio sus bienes y limosnas por amor de Dios, y por eso es así honrado y acatado como ves, y recibe tamaña honra y gloria. Entonces dijo el alma al ángel: “Te ruego, señor, que me digas ¿si este, mi Señor, ha recibido o a de sufrir alguna pena después de aquí? Respondió el ángel y dijo: “Sufrió y sufrirá. Mas espera un poco y verás su pena”. Y así a deshora se hizo el palacio muy oscuro y negro, y luego se entristecieron cuantos estaban en el palacio, y el rey fue muy turbado y muy triste y muy llorando se levantó de aquella silla y salió fuera, entonces él vio aquella compañía que así lo servía a quien él había hecho limosnas por amor de Dios, que abrían sus manos y las alzaban al cielo y rogaban por él y decían: “Oh, señor rey Jesucristo, Todopoderoso, te rogamos todos, Señor, hayas merced de este tu siervo”. Entonces el alma vio como yacían el rey en fuego hasta el ombligo, y de allí arriba vestía celicio. Entonces dijo el alma al ángel: “Señor, dime cuánto tiempo sufrirá esta pena y porque la recibe así.” Respondió el ángel y dijo: “El tiempo de la pena sufrirá cuanto fuere la voluntad de Dios y porque hizo adulterio viste celicio, y porque hizo matar a un conde a fin razón está en aquel fuego hasta el ombligo.” Después de esto dijo el ángel: “Vamos adelante”.

Y fueron un poco más adelante y vieron un muro muy alto y muy claro y muy hermoso de oro y de plata, maguer que puertas no viesen en él. Mas cuando miraron por si dentro se hallaron. Entonces el alma miró a todas partes y vio muchas grandes compañías de ánimas cantando cantar muy suave diciendo: “Gloria sea a ti, Señor Padre, gloria sea a ti, Hijo. Gloria sea a ti Espíritu Santo”. Y todas estas compañías de hombres y de mujeres eran vestidas de vestiduras de gloria tan nobles y hermosas que no hay cosa en este mundo a que compararse pudiesen. Así que todas tenían muy gran gloria y alegría y todas eran siempre alabando a Dios en esta Santa Trinidad, y los sones de sus cantares que hacían sobraban sobre todos los otros dulzores y cantos y instrumentos de este mundo. Allí era un campo tan hermoso y tan reluciente que no podía ser más. Y tenía el color como óleo y olía mejor que todos cuantos olores y especias en este mundo hay. Y entonces dijo el alma al Ángel. “Te ruego señor si te placera, que holguemos aquí en esta holgura tan buena”. Respondió el ángel y dijo: “Maguer que estas glorias que has visto que tan grandes te semejan, aun atrás verás mayores”. Entonces le dijo el alma: “Pues que así es señor, dime de cuáles son estas glorias tan grandes. Respondió el ángel, y dijo: “Esta gloria es de aquellos que son buenos casados. Y vivieron lealmente cumpliendo siempre las obras de misericordia, y trabajando en servir a Dios y dando de sus bienes por Dios limosnas a los pobres por su amor, y por eso son en esta gloria tan grande”. Mas ahora conviene que vamos adelante y veras otras cosas muchas y más nobles que no estas. Y así como iban adelante y pasaban por donde estaban grandes compañías de ánimas y inclinaban sus cabezas y la recibían con muy grande honra y alegría y la saludaban y la nombraban por su nombre, y decían así a nuestro señor Jesucristo. “Gloria sea a ti dada, Señor, que por tu Santa Misericordia quisiste librar esta alma de las penas y tormentos del infierno, y quisiste ayuntarla a esta compañía de los santos”.

Y de aquí fueron andando, y les apareció un muro muy hermoso y muy alto de precio de oro, en que más se deleitaba el alma en verlo tanta era su hermosura, mas que en todas las otras cosas que ante visto había, y dentro de este muro vio muchas villas de Oro y de Plata y de piedras preciosas, y cubierta de Paño y de seda, en las cuales estaban muchas almas y hombres y mujeres con muy hermo-sas vestiduras, y tenían los cabellos como Oro en sus Cabezas muy hermosos, y tenían todos coronas muy Hermosas y la cara de cada uno resplandecía como el sol, y tenían atriles de oro, y sobre ellos tenía libros puestos muy hermosos todas las letras coloradas en los Libros. Y cuando los vio el alma con grande sabor olvidó todas las otras cosas que antes había visto. Entonces dijo el alma al Ángel: “Te ruego, señor, que me digas ¿de cuáles es esta Gloria?” Respondió el ángel y dijo: “Esta gloria es de los que recibieron martirio por amor de Dios, y los otros son los que vivieron siempre en castidad, maguer a que no fueron vírgenes y vivieron castamente, y sufrieron muy grande martirio por amor de Dios, y por esto recibieron esta gloria como ves”.

Y cató a todas partes, y vio muchos castillos muy hermosos, y muchas tiendas de seda y de púrpura y de escarlata y de oro y de plata compuestas a maravilla. En el coro de ellos vio órganos y sal-terios, vihuelas y guitarras, y otros muchos instrumentos que hacían sones a maravilla. Entonces dijo el alma al ángel: “Te ruego señor que me digas ¿estas tiendas de cuáles almas son? Respondió el ángel y dijo: “Estas tiendas son de los que vivieron siempre en orden y se obedecían y sufrían muchas penas, y dijeron y dieron siempre muchos loores a nuestro Señor Jesucristo, y por eso moran en este lugar tan noble y son en esta gloria y serán para siempre alabando y loando a nuestro señor ya a Santa Trinidad”. Entonces dijo el alma al ángel: “Señor, si te pluguiese, querríame aquí holgar por ver aquellos que están dentro, que he gran gozo de los ver”. Y el ángel dijo: Me Place que los veas, mas no entrarás dentro. Ca estos son siempre en presencia de la Santa Trinidad. Ves que quien allá entra nunca de allí sale, salvo si es virgen que merezca compañía más alta con los ángeles. “Mas andemos adelante que otras cosa verás”, y como fueron adelante vieron gran compañía de religiosos y religiosas que ya esto no se podría contar, y la su claridad que tenían era tal como el sol, y las voces y la alegría y el dulzor de los cantos y sones que hacían y sonaban eran tales y tan grandes que sobrepujaban a todos los otros sones de melodía e instrumentos que nunca visto había. Maguer que ellos eran muy altos y maravillosos. Y la claridad y dulzor de los cantos y olor tan grande que allí era impedía y sobraba a todas las otras glorias que ante había visto, y todos aquellos que allí estaban cantando así eran puestos y acordados y tan miradamente lo hacían que no volvían sus labios ni tartajaban en su cantar, ni hacían otras cosas algunas que deretrear fuesen, mas muy hermosamente y mucho apuesto y dulcemente eran sus sones y cantares sobre todos los otros según dicho habíamos. En las cuales dichas órdenes estaban colgadas redomas de oro y vasos y campanillas, y libros en tan gran cantidad tan hermosas y tan ricamente obradas que no hay hombre que decirlo pudiese. Entre las cuales andaban muchos Ángeles velando y cantando y hacían muchos sones de grande alegría tales y tan nobles y por las otras cosas que veía que ya el alma quería allí holgar.

Mas el ángel dijo: “Cata, verás”. Entonces el alma cató y vio un árbol hermoso y muy grande todo lleno de flores y de hojas y frutas de diversas maneras y de muchas colores muy hermosas, y decían muy maravillosos cantares y hacían muchos lirios y rosas y yerbas de muchas maneras y naturalezas que daban de si muy grande olor. Eso aquel árbol moraban grandes abundancias de compañías de hombres y mujeres, y sus asentamientos eran en sillas de Oro y de marfil, y siempre loaban y bendecían a Nuestro Señor Jesucristo, tenían coronas de Oro en las cabezas, y tenían cidras muy hermosas en sus manos. Entonces dijo el alma al ángel: “Te ruego, señor, que me digas ¿cuyo es este árbol, o qué es?, y los que moraban aquí so él quién son?, Y el ángel le respondió y dijo: “Este árbol que ves tiene figura de la Madre Santa Iglesia. Estos que moran so él son los que las guardáis y tenéis y creéis todo lo que ella tiene y cree y quiere y los que buen ejemplo tomaron por lo cual muchos dejaron la mala carrera y siguieron la buena dende hicieron servicio a Dios y Su Voluntad. Y por eso reciben esta honra y esta gloria y alegría que Dios les da”.

Y Dijo el ángel: “Vamos más adelante”. Y así como iban vieron un muro que era despareciente y desemejable a todos los otros así en hermosuras como en claridad. Ca era muy hermoso a maravilla. Aquel muro era hecho de piedras de zafiros y de esmeraldas, y rubíes, y jacintos, y jaspes y diamantes y de cristales, y de otras muchas diversas piedras preciosas. Así era tan hermoso que no hay hombre en el mundo que pudiese pensar ni compararla su hermosura tanta era. Y como fueron mas adelante ya cerca de él vio el alma tantas y tan grandes maravillas y cosas que no hay corazón de hombre en el mundo que lo pudiese pensar. Cuanta gloria, cuanto bien, cuantas riquezas tiene Dios nuestro se-ñor aparejadas para todos aquellos que le aman y sirven. Allí el alma vio órdenes de ángeles y de arcángeles y de virtudes y dominaciones, potestades y tronos y querubines y serafines, y canta-ban un verso del salterio que decían así: “escucha hija y hayas cuidado de las cosas de tu padre y del tu pueblo ca el Señor codició tu hermosura. Y bien podemos decir de aquellas bien manifiestas cosas y de gran dignidad que ella viese la compañía de los ángeles y de los patriarcas y profetas y ver la compañía de los apóstoles tan honrada y la compañía de los mártires tan hermosa, y ver la hueste de las vírgenes tan amorosa y oírle sus cantares tan sabrosos. Y más sobre las otras noblezas es esta mayor y más cumplida y más alta en ver la faz de Nuestro Señor y Jesucristo. Este es acabamiento de todos los bienes y de todas las gracias que es cosa maravillosa de oír.

El alma no vio tan solamente la gloria del reino de nuestro señor Jesucristo. Mas vio las penas del infierno y del purgatorio según que habéis oído de ellas que pasó y de ellas que vio.
Y vio otras muchas penas y cosas que conocía claramente sin preguntar ninguna cosa, en que vino allí San Ruduano confesor y dijo: “Dios guárdela tu compañía y entrada y salida por siempre. Sepas que yo soy San Ruduano por derecho debe ser nuestro por ser soberano”. Y no lo dijo más. Y no dejó soterrarlo.

Y luego vino San Patricio obispo apostólico del pueblo de Hibernia con grande compañía de obispos que le conocían a él bien. El uno que le conocía y le decían Malaquías cuantas cosas podía tener todas las daba a los pobres. este dejo quinientas y cuatro congregaciones de religiosas y a todas las proveía de cuantas cosas habían menester, y cabe estos cuatro obispos vio una silla catedral mucho honrada en que no estaba ninguna persona, y dijo el alma a Malaquías, dime señor cuya es esta silla y cátedra que aquí esta vacía, y Malaquías dijo: esta cátedra es de nuestro compañero que no es aun finado; y esta cátedra y silla esta aparejada para él cuando finare. Y el alma estaba en muy gran deleite por todas aquellas cosas que veía y había visto, y el ángel le dijo: “De oí conviene que tornemos al cuerpo y contarás allá estas cosas todas que has visto porque sean ejemplo y doctrina a todos los que oyeren si quisieran enmendarse de todos sus yerros y males que han hecho, porque no hayan de padecer en estas penas tan malas que has visto. Y cuando ahora tornaras piensa y cura de guardarte que mi ayuda y mi conse-jo nunca te fallecerá. Y el alma cuando todo esto oyó tomo muy gran pesar y muy gran dolor porque la mandaba tornar al mundo. Mas no cató ni vio sino cuando se halló en el cuerpo y abrió los ojos y vio los que estaban al derredor de él como desuso dijimos. Y demandó, y recibió el cuerpo de Dios. Y de allí adelante comenzó a predicar las palabras de nuestro señor Jesucristo con muy gran sabor y alegría, maguer que ante de entonces no sabía las Escrituras.

Todos se maravillaban de las cosas que decía y de los hechos que hacía en la vida que después vivió. Por ende esto todo que habéis oído, así de las cosas del infierno y purgatorio y paraíso a nosotros mucho aprovechará si quisiéremos en ello parar mientes, porque Nuestro Señor Jesucristo como es verdadero juez ni deja mal sin pena, ni bien sin galardón. Y bien debemos considerar por esto que habíamos oído toda la gloria, todo el gozo, toda el alegría, todo el descanso y reposo toda la holgura para siempre que nuestro señor Jesucristo da a todos aquellos que bien y lealmente le sirven como deben y hacen todo su voluntad. Y como el contrario de esto hacen el castigo y la pena que les es dado, que no hay corazón de hombre en el mundo que lo pudiese pensar ni lengua decir. Las penas y los tormentos y las amarguras que sufren aquellos que son en las penas de purgatorio. Y mayormente aquellos que son en los infiernos porque es pena muy mas durable para siempre sin fin sobre todas las otras penas y tribulaciones que sufren y muy sin piedad y aun porque no en luz y siempre estas ven tinieblas. Porque humildemente debemos rogar ala virgen gloriosa nuestra señora santa María madre de nuestro señor Jesucristo pues que es nuestra señora y digna de rogar quiera alcanzar de su hijo glorioso nuestro señor gracia con que bien obremos en esta vida. porque cuando de aquí partiremos que vamos a su santa Gloria. Amen.

Acabado es el libro del Túngano.

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