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Mostrando entradas de enero, 2013

El Espiritu del Dinero

[vimeo http://www.vimeo.com/47243729 w=650&h=488]

El realísmo mágico de Júlio Cortázar

Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (hoy que las casas antiguas sucumben a la más ventajosa liquidación de sus materiales) guardaba los secretos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia. Nos habituamos Irene y yo a persistir solos en ella, lo que era una locura pues en esa casa podían vivir ocho personas sin estorbarse. Hacíamos la limpieza por la mañana, levantándonos a las siete, y a eso de las once yo le dejaba a Irene las últimas habitaciones por repasar y me iba a la cocina. Almorzábamos a mediodía, siempre puntuales; ya no quedaba nada por hacer fuera de unos platos sucios. Nos resultaba grato almorzar pensando en la casa profunda y silenciosa y cómo nos bastábamos para mantenerla limpia. A veces llegamos a creer que era ella la que no nos dejó casarnos. Irene rechazó dos pretendientes sin mayor motivo, a mí se me murió María Esther antes que llegáramos a comprometernos. Entramos en los cuarenta años con la inexpresada ide...

Vladímir Mayakovski - Amor

[youtube http://www.youtube.com/watch?v=cBxMFb8igus] Tal vez, quizá, alguna vez, por el camino de una alameda del zoológico, entrará también ella. Ella, ella también amaba a los animales, y sonriendo llegará, así como está, en la foto de la mesa. Ella es tan hermosa, a ella con seguridad la resucitarán. Vuestro siglo XXX vencerá, al corazón destrozado por las pequeñeces. Ahora, trataremos de terminar, todo lo que no hemos podido amar en la vida, en innumerables noches estrelladas. ¡Resucitádme, aunque más no sea, porque soy poeta, y esperaba el futuro, luchando contra las mezquindades de la vida cotidiana! ¡Resucitádme, aunque más no sea por eso! ¡Resucitádme! Quiero acabar de vivir lo mío, mi vida para que no exista un amor sirviente, ni matrimonios, sucios, concuspiscentes, Maldiciendo la cama, dejando el sofá, alzaré por el mundo, un amor universal. Para que un día, que el dolor degrada, cambie, y no implorar más, mendigando, y al primer llamado de: ¡Camarada! se dé vuelta toda la t...

Julio Cortázar - Axolotl

Hubo un tiempo en que yo pensaba mucho en los axolotl. Iba a verlos al acuario del Jardín des Plantes y me quedaba horas mirándolos, observando su inmovilidad, sus oscuros movimientos. Ahora soy un axolotl. El azar me llevó hasta ellos una mañana de primavera en que París abría su cola de pavo real después de la lenta invernada. Bajé por el bulevar de Port Royal, tomé St. Marcel y L’Hôpital, vi los verdes entre tanto gris y me acordé de los leones. Era amigo de los leones y las panteras, pero nunca había entrado en el húmedo y oscuro edificio de los acuarios. Dejé mi bicicleta contra las rejas y fui a ver los tulipanes. Los leones estaban feos y tristes y mi pantera dormía. Opté por los acuarios, soslayé peces vulgares hasta dar inesperadamente con los axolotl. Me quedé una hora mirándolos, y salí incapaz de otra cosa. En la biblioteca Saint-Geneviève consulté un diccionario y supe que los axolotl son formas larvales, provistas de branquias, de una especie de batracios del género amb...

José Lezama Lima - Cangrejos, golondrinas

Eugenio Sofonisco, dedicaba la mañana del domingo a las cobranzas del hierro trabajado. Salía de la incesancia áurea de su fragua y entraba con distraída oblicuidad en la casa de los mayores del pueblo. No se podía saber si era griego o hijo de griegos. Sólo alcanzaba su plenitud rodeado por la serenidad incandescente del metal. Guardaba un olvido que le llevaba a ser irregular en los cobros, pero irreductible. Volvía siempre silbando, pero volvía y no se olvidaba. Tenía que ir a la casa del filólogo que le había encargado un freno para el caballo joven del hijo de su querida, y aunque el ayuda de cámara le salía al paso, Sofonisco estaba convencido de que el filólogo tenía que hacer por la mano de su ayuda de cámara los pagos que engordaban los días domingos. Para él, cobrar en monedas era mantener la eternidad recíproca que su trabajo necesitaba. Mientras trabajaba el hierro, las chispas lo mantenían en el oro instantáneo, en el parpadeo estelar. Cuando recibía las monedas, le parecí...

Frater Marcus - La visión de don Túngano

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Este es el libro del virtuoso caballero don Túngano, de las cosas que vio en el infierno, en el purgatorio y en el paraíso según aquí verán. Era este don Túngano natural de una ciudad que era llamada Tierga. Era mancebo de edad de veinticinco años, era muy apuesto y muy hermoso sobre cuantos hombres en el mundo en su tiempo había. Estaba metido en el mundo que nunca tenía en mientes, ni se membraba de nuestro señor Jesucristo, ni curaba jamás de ir a la iglesia, ni dar a los pobres por Dios, ni los podía ver ante sí. Y tanto era metido en el mundo que no tenía otro vicio, salvo con las mujeres, y traerse muy galán y comer manjares de muchas maneras. Y en todas estas cosas y otras muchas era su vicio. De manera que pensaba que no había otro Dios, ni otra cosa, salvo en el vicio que se daba. Y metido en el mundo, en los deleites y placeres de él, con las mujeres y buenos comeres,  y no tenía cuidado de su alma, ni se membraba de ella, ni siquiese de morir. Su mancebía y hermosura...