Pasamos la semana entera conversando. Habíamos nacido el mismo año y en el mismo hospital, y teníamos tanto que contarnos que no podíamos parar; de mañana, en el porche, conversábamos, mientras yo me peinaba y los pelitos que caían flotaban por el aire bajando la colina, rumbo al valle. Yendo a buscar el auto, conversábamos; por encima del techo, suave y acampanado, seguíamos conversando mientras abríamos la puerta; después nos agachábamos y estábamos los dos, con medio cuerpo adentro, conversando. Cuando nos encontrábamos en pleno día, lo primero que hacíamos al vernos era abrir la boca. Durante todo el día nos cantábamos la música ambiente del lenguaje oral. Ni siquiera parábamos para comer: le hablaba a través de los restos masticados de una galletita, mientras lo salpicaba amablemente con las migas. Hablábamos mientras volvíamos al auto, y nos quedábamos parados, conversando, uno de cada lado, hasta que se vaciaba el estacionamiento, y entonces nos poníamos a hablar de un tema nuev...