Después de esa experiencia, Baltazar Espinoza supo cómo se sintió Jesucristo poco antes de ser crucificado El hecho sucedió en la estancia La Colorada, en el partido de Junín, hacia el Sur, en los últimos días del mes de marzo de 1928. Su protagonista fue un estudiante de medicina, Baltazar Espinoza. Podemos definirlo por ahora como uno de tantos muchachos porteños, sin otros rasgos dignos de nota en esa facultad oratoria que le había hecho merecer más de un premio en el colegio inglés de Ramos Mejía y que una casi ilimitada bondad. No le gustaba discutir; prefería que el interlocutor tuviera razón y no él. Aunque los azares del juego le interesaban, era un mal jugador, porque le desagradaba ganar. Su abierta inteligencia era perezosa; a los treinta y tres años le faltaba rendir una materia para graduarse, la que más lo atraía. Su padre que era librepensador, como todos los señores de su época, lo había instruido en la doctrina de Herbert Spencer, pero su madre, antes de un viaje a M...