Emile Cioran - dos fragmentos de La tentación de existir

 



Por cobardía sustituimos la sensación de nuestra nada por la sensación de la nada। Y es que la nada general apenas nos inquieta: vemos en ella demasiado a menudo una promesa, una ausencia fragmentaria, un callejón sin salida que se abre. Durante largo tiempo me obstiné en hallar a alguien que lo supiera todo sobre sí mismo y sobre los otros, un sabio-demonio, divinamente clarividente. Cada vez que creía haberlo encontrado, debía, tras un examen, cambiar de opinión: el nuevo elegido tenía todavía alguna mancha, algún punto negro, no sé qué recoveco de inconsciencia o de debilidad que le rebajaba al nivel de los humanos. Percibía yo en él huellas de deseo o de esperanza, o algún residuo de pesar. Su cinismo era manifiestamente incompleto. ¡Qué decepción! Y proseguía siempre mi búsqueda y siempre mis ídolos del momento pecaban en algún aspecto: el hombre estaba presente en ellos, oculto, maquillado o escamoteado. Acabé por comprender el despotismo de la especie, y por no soñar más que con un no-hombre, con un monstruo que estuviese totalmente convencido de su nada. Era una locura concebirlo: no podía existir, ya que la lucidez absoluta es incompatible con la realidad de los órganos.

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Si me preguntasen cuál es el ser al que más envidio, respondería sin vacilar: aquél que, descansando entre las palabras, vive en ellas ingenuamente, por consentimiento reflejo, sin cuestionarlas ni asimilarlas a signos, como si se correspondiesen a la realidad misma o fuesen lo absoluto, disperso en lo cotidiano. No tendría, como contrapartida, ningún motivo para envidiar a quien las penetra con clarividencia, discerniendo su fondo, su nada. Para él, ya no hay relaciones espontáneas con lo real; aislado de sus útiles, acorralado a una autonomía peligrosa, alcanza un sí mismo que le espanta. Las palabras le huyen: como no puede alcanzarlas, las persigue con un odio nostálgico y nunca las profiere sin una risotada o un suspiro. Si bien no comulga ya con ellas, no puede, sin embargo, pasarse sin ellas y es precisamente en el momento en el que  está más alejado, cuando  más se aferra ellas

Comentarios

  1. Me encanto entrar a visitarte y encontrar estos textos tan profundos para leer.Muchas gracias por ponerlos a nuesta dispocision.

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