Los monocultivos del hambre - Ernest Cañada
Entrevista a Peter Rosset, coautor de uno de los libros ya clásicos en la literatura sobre desarrollo, Doce mitos sobre el hambre.
La historia muchos países del sur, desde los tiempos de la colonización hasta la actualidad, ha estado marcada por la producción para la exportación. Nicaragua es un ejemplo más, tal vez paradigmático, de este modelo basado en los monocultivos. Algodón, plátanos, azúcar, café, son algunos de los principales productos que han marcado la historia de este pequeño país centroamericano. La imposición de este modelo de producción, al servicio de los intereses de las grandes compañías transnacionales y de las oligarquías locales, ha supuesto la vulneración de la soberanía alimentaria del pueblo de Nicaragua y ha tenido consecuencias gravísimas para las condiciones de vida y salud de sus trabajadoras y trabajadores, así como en el medio ambiente. Frente a este modelo, desde las organizaciones campesinas, se plantea la soberanía alimentaria como una estrategia alternativa, basada en la defensa de la economía familiar campesina y en la producción de alimentos para mercados locales y nacionales. En este contexto el consumidor urbano puede ser un aliado estratégico, aunque el debate sobre el consumo responsable y el comercio justo no deja de ser contradictorio.
Sobre todas estas cosas hablamos en Oaxaca, México, con Peter Rosset, experto en agroecología, miembro de la Red de Investigación-Acción sobre la Tierra y uno de los principales asesores de Vía Campesina. Es coautor de uno de los libros ya clásicos en la literatura sobre desarrollo, Doce mitos sobre el hambre. Durante los años ochenta Peter Rosset vivió seis años en Nicaragua, en tres periodos diferenciados, siempre en tareas relacionadas con la agricultura. Aprovechamos la entrevista concedida para el documental Cosechas amargas, producido Agora Nord / Sud, un consorcio de ONG catalanas entre las que se encuentra Entrepueblos o Veterinarios sin Fronteras, para profundizar en algunos de los temas que ahí quedaron planteados.
- Peter, empecemos por definir qué entendemos por soberanía alimentaria, marco de referencia fundamental del actual debate sobre la agricultura y la alimentación. .
La soberanía alimentaria es el derecho de todos los pueblos a poder definir su propio sistema de producción, distribución y consumo de alimentos. Es el derecho de los pueblos rurales a tener acceso a la tierra, a poder producir para sus propios mercados locales y nacionales, a no ser excluidos de esos mercados por la importación hecha por las empresas transnacionales. Y también es el derecho de los consumidores a tener acceso a alimentos sanos, accesibles, culturalmente apropiados con la gastronomía, la historia culinaria de su país y producidos localmente. Si un país no es capaz de alimentar a su propia gente, si depende del mercado mundial para la próxima comida, estamos ante una situación profundamente vulnerable. Vulnerabilidad frente a la buena voluntad de las superpotencias o las fluctuaciones del mercado. Por eso hablamos de soberanía.
- ¿Cómo se ha ido erosionando históricamente la soberanía alimentaria?
Antes de la colonización todas las culturas del mundo eran soberanas alimentariamente, o sea, producían lo que consumían. Fue con la llegada de la Colonia que las mejores tierras de todos los países del sur, las tierras que antes producían alimentos para las poblaciones locales, se convirtieron en plataformas de exportación. Ya no producían alimentos para la población local sino que se dedicaron a producir productos agrícolas para mercados lejanos. Progresivamente la producción de alimentos y las poblaciones campesinas fueron desplazadas de las tierras planas, las tierras con lluvias, las tierras fértiles, hacia zonas cada vez más marginales para la producción.
- ¿Qué relación existe entre los monocultivos de exportación y la soberanía alimentaria?
El principal atentado histórico contra la soberanía alimentaria ha sido el monocultivo. Un modelo basado en enormes extensiones dedicadas a un solo cultivo, orientado hacia la exportación. Históricamente los países del Sur, sus pueblos, han perdido su capacidad de alimentarse, porque las mejores tierras se destinan cada vez más a la exportación.
- Pero, ¿de qué manera se articulan los distintos monocultivos?
El crecimiento de un producto de exportación en un determinado territorio desplaza al sector campesino, provocando una situación de crisis social. Este sector es absorbido, por un lado, por la frontera agrícola y, por otro, por la generación de empleo en el siguiente monocultivo. Llega un cultivo cuando el precio está alto, desplaza a parte de la gente de la zona, pero luego, debido a la sobreproducción a nivel internacional, se desploman los precios y los trabajadores quedan sin empleo. A la vez, la tierra se vuelve más barata debido a la caída de los precios. De este modo se crean las condiciones para invertir en el siguiente “boom”: mano de obra barata y tierra accesible.
El caso de Nicaragua
- Nicaragua sería un buen ejemplo de lo que ha ocurrido en muchos países del Sur con la imposición de este modelo agroexportador.
Así es, empezando por la implantación de los monocultivos en los tiempos de la colonización y terminando, hoy en día, con el monocultivo de la agroempresa, del agronegocio. Durante la Colonia lo primero que se impuso fue el cacao y el añil. Después de la Independencia, el café, la caña de azúcar, el plátano, la ganadería y el algodón. Cada uno de esos cultivos de agroexportación fue tomando un pedazo del territorio nacional, zonas con suelo fértil. Progresivamente se fue excluyendo a la gente de esos territorios, primero de una zona, luego de otra, sin más alternativa que convertirse en jornaleros agrícolas, mal pagados, con trabajo únicamente dos o tres meses al año. O bien marchar hacia la frontera agrícola, tumbando bosques y sembrando maíz y fríjol, hasta la incorporación de esos terrenos en el siguiente cultivo de agroexportación.
En Nicaragua, igual que en un sinnúmero de otros países, es precisamente donde abundan los recursos naturales, como la tierra o el agua, donde existe una mayor pobreza, porque fueron estos lugares tan productivos los que fueron el objeto de la conquista, de la colonización. Los pueblos que antes gozaban de esos recursos, por ese mismo proceso histórico, acabaron excluidos de su propia riqueza. Como dice Eduardo Galeano “los países pobres, son pobres porque son ricos”. Fue su riqueza de recursos lo que atrajo a los colonizadores, la misma que hoy en día atrae a las empresas transnacionales. Es este proceso el que genera la exclusión social y pobreza en medio de la riqueza.
- Sin embargo, Nicaragua pasó por una "revolución popular", ¿en qué medida esta particular historia alteró el desarrollo del modelo agroexportador?
Bueno, en alguna medida el modelo agro-exportador tuvo que ver con la Revolución Sandinista. Fue precisamente la exclusión social generada por la caña de azúcar en algunos lugares, por el algodón en otras, por café en la montaña, lo que dejó a la gente sin salida. En ese sentido se puede trazar una línea directa entre la expansión del monocultivo y el malestar que llevó a la insurrección.
Ahora, uno se debe preguntar si la Revolución logró o no cambiar este modelo basado en el monocultivo de exportación cultivado en grandes áreas. Mi opinión es que no. El gran talón de Aquiles de la Revolución fue su incapacidad de cambiar realmente la estructura agraria del país. A pesar de la reforma agraria, las áreas de agroexportación fueron protegidas, tanto si eran fincas estatales como si se trataba de explotaciones de una parte la burguesía que no huyó del país. De alguna manera u otra, se mantuvieron las grandes áreas dedicadas al algodón, la caña de azúcar, la ganadería, el café y la reforma agraria acabó realizándose en los márgenes. Si se hubiera cambiado esta estructura de agroexportación tal vez la Revolución aún perduraría, porque el coste de su mantenimiento fue la progresiva pérdida de apoyo de su base social en el campo, precisamente por su incapacidad de cambiar dicho modelo.
Impactos ecológicos y en la salud humana
- Una de las consecuencias más negativas de este modelo de agroexportación ha sido su impacto ecológico. El caso del algodón en Nicaragua resulta revelador.
Cuando el algodón llegó a Nicaragua en los años cincuenta encontró tierras fértiles, tanto por la calidad del suelo como por las pocas plagas existentes. Al principio sólo dos o tres especies de insectos atacaban al algodón. En ese momento ya había llegado el DDT y los agricultores lo aplicaban una, dos o tres veces como máximo. Pero rápidamente su uso eliminó la biodiversidad benéfica, o sea otros insectos que eran depredadores de las plagas de algodón y de aquellos que potencialmente podían llegar a serlo. La consecuencia fue el incremento en la diversidad de plagas. En los años ochenta la situación era realmente grave con la existencia de más de quince especies de plagas y la aplicación de insecticidas de cuarenta a sesenta veces por ciclo agrícola.
Además, el suelo, que originariamente era muy fértil en esa zona, quedó destruido por el sobreuso de maquinaria pesada y la falta de rotación de cultivos. El algodón llegó al fin de su ciclo dejando un área devastada: suelos erosionados, sin árboles, tormentas de polvo, insectos resistentes a los químicos, olor a plaguicidas por todos lados, … una destrucción ecológica casi absoluta.
- Pero este tipo de impacto no es exclusivo del algodón, más bien parece el patrón de un modelo concreto de producción agropecuaria. Consecuencias similares ha tenido el banano.
Así es, el banano en Nicaragua ha supuesto una destrucción ecológica comparable a la del algodón. Después de producir banano de modo intensivo durante dos o tres décadas cualquier territorio queda inservible: se reorganiza y nivela la topografía de la zona; el suelo queda contaminado por el uso intensivo de fungicidas. La falta de rotación de cultivos incrementa las plagas, que se vuelven incontrolables, y entonces se aplican cada vez más productos y cada vez más tóxicos. Este fue el caso del nemagón, uno de los más tóxicos, y que se utilizó con una frecuencia y dosis peligrosamente altas.
- En el caso de las bananeras, los impactos en la salud humana, por el uso intensivo de plaguicidas como el nemagón, han resultado especialmente graves, con miles de trabajadores afectados.¿Qué responsabilidad cabe atribuir a las empresas en el uso de estos productos?
En el caso de Nicaragua, la industria bananera es particularmente irresponsable. Cuando el nemagón empezó a utilizarse de forma intensiva ya se conocía su terrible impacto entre los trabajadores de Costa Rica, entre los que produjo graves problemas de esterilidad. Hubo rumores de que cuando se logró prohibir en Costa Rica las empresas exportaron este producto hacia Honduras y Nicaragua, donde todavía no había sido prohibido. O sea, que ya sabían los problemas que provocaba y no les importó.
- Algo similar ha ocurrido con los trabajadores de las plantaciones de caña de azúcar, donde hoy a consecuencia de la aplicación de plaguicidas encontramos gran cantidad de trabajadores afectados por la creatinina, provocando insuficiencia renal crónica. ¿Pero no podía haberse manejado de otro modo su producción?
Es lamentable que la caña de azúcar haya tenido impactos tan graves para el medio ambiente y la salud humana, cuando es un cultivo de facilísima producción ecológica. Las plagas fácilmente se controlan biológicamente como se está haciendo en Cuba y el problema de la fertilidad del suelo se resuelve fácilmente con la simple rotación de cultivos. En Nicaragua, las grandes familias productoras de caña, no aplicaron esas técnicas, provocando una destrucción ecológica innecesaria y un problema de salud gravísimo para los trabajadores, totalmente innecesario también.
Vulnerabilidad económica
- El café, sin embargo, no parece haber tenido impactos tan graves a primera vista, pero la especialización productiva en este otro tipo de monocultivo no parece tampoco una alternativa muy adecuada. ¿Qué problemas específicos encontramos en el monocultivo de café?
En el caso del café, como en otros monocultivos de exportación, la tendencia del mercado global empuja hacia la sobreproducción y la caída de precios. Sin embargo, durante décadas su precio se mantuvo más o menos estable porque existía un acuerdo internacional entre países productores y exportadores que garantizaba una negociación de precios que no resultaba ni tan caro para los consumidores ni tan bajo para los productores. Sin embargo, en los ochenta, el principal país importador, Estados Unidos, conspiró con el país principal productor, Brasil, para quebrar el acuerdo. Desde ese momento entraron en juego las leyes del mercado: sobreproducción, acelerada con la introducción de Vietnam como gran productor a nivel internacional, y desplome de los precios.
- ¿Y qué consecuencias tuvo ese desplome de los precios del café en Centroamérica?
La caída del precio del café ha provocado mayor pobreza. Mucha de la población rural de la región dependía de los pocos pesos que podían ganar en la época de su cosecha. Aunque uno tuviera su propia parcelita, ésta resultaba insuficiente para mantener a la familia y el trabajo en el café, aunque pequeño, era lo que permitía a la familia no morirse de hambre. Cuando se desplomaron los precios, los grandes productores prefirieron abandonar sus cafetales antes que contratar mano de obra estacional. De este modo, toda esa gran masa campesina que dependía de dichos ingresos para completar el año, se quedaron sin ellos, provocando unos niveles de miseria y hambruna como no se habían visto en crisis anteriores.
- Esta especialización supone una situación de enorme riesgo…
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