RABINDRANATH TAGORE

jardinero090306

El jardinero

El servidor: —¡Oh, Reina, ten piedad de tu servidor!
La Reina: —Terminó ya la asamblea, y todos mis servidores se han ido. ¿Por qué vienes tan tarde?
El servidor: —Mi hora llega cuando la de los demás ha pasado. Dime qué trabajo ordenas al último de tus servidores.
La Reina: —¿Qué puedo ordenarte, si es tan tarde
El servidor: —Hazme jardinero de tu jardín.
La Reina: —¿Qué locura es ésta?
El servidor: —Renunciaré a cualquier otra tarea, abandonaré al polvo mis lanzas y mis espadas. No me envíes a lejanas cortes. No me pidas nuevas conquistas: hazme jardinero de tu jardín.
La Reina: —¿Y en qué consistirá tu servicio?
El servidor: —En llenar tus ocios. Conservaré fresca la hierba del sendero por donde vas cada mañana y donde, a cada paso tuyo, las flores deseosas de morir bendicen el pie que las pisa. Te meceré entre las ramas del septaparna mientras la luna, apenas levantada en la noche, intentará besar tu vestido a través de las hojas. Llenaré con aceite perfumado la lámpara que arde junto a tu lecho y adornaré tu escabel con maravillosas pinturas de azafrán y sándalo.
La Reina: —¿Y cuál será tu recompensa?
El servidor: —Que me des permiso para tener entre mis manos tus pequeños puños, que parecen capullos de loto, y para rodear tus brazos con cadenas de flores; que pueda teñir las plantas de tus pies con el zumo encarnado de los pétalos de ashoka, y recoger, con un beso, la mota de polvo que pueda posarse en ellos.
La Reina: —Tus ruegos han sido escuchados. Serás el jardinero de mi jardín.
..............”
aquí continua la historia de “El Jardinero”:
http://www.bibliotecasvirtuales.com/biblioteca/LiteraturaAsiatica/Tagore/eljardinero.asp

 

colors_by_KrzysztofKuczera

SOLEDAD

Sentado en la puerta de mi cabaña
canto en voz baja.

La mañana, a mis pies,
me mira con sus puros ojos de doncella.
Por el camino ríen y cantan los enamorados.

¡Y nadie viene a acompañarme!

Sentado a la puerta de mi cabaña
sueño a las nubes.

El mediodía me contempla con sus quietos ojos.
En la floresta dorada se miran los amantes.

¡Y nadie viene a acompañarme!

Sentado a la puerta de mi cabaña callo, nostálgico.
La tarde me mira con sus ojos de cervato.

Hacía el río, en la penumbra morada,
se esfuman las parejas.

¡Y nadie viene a acompañarme!

Sentado a la puerta de mi cabaña
suspiro y estoy triste.

La noche me mira con sus ojos estrellados.
En el aire cálido palpitan
besos y caricias.

¡Y nadie viene a acompañarme!

 

servir

SERVIR

"Dormía, y soñaba
que la vida era alegría.

Desperté, y vi
que la vida era servicio.

Serví, y vi
que el servicio era alegría."

Comentarios

Entradas populares de este blog

Yo siempre tengo razón (Vicente Fatone)