Jamaica Kincaid - fragmento de Annie John
Pasaron los días. Mi madre proseguía la búsqueda de las canicas. ¡Cómo me atormentaba! Cuando me iba al colegio, salía conmigo hasta la acera y me vigilaba hasta que me convertía en un alfiler en el horizonte. Cuando volvía a casa, allí estaba, esperándome. Por supuesto, nada de salir por la tarde a hacer observaciones o juntar cosas. Tampoco me quedaban ganas: eso se había acabado. Pero la búsqueda continuaba. Mi madre me preguntaba por las canicas, y yo respondía, en mi tono más dulce, que no tenía ninguna. Cada una de nosotras debía haberse jurado no ceder. Fue entonces cuando ella probó una nueva táctica. Me contó lo que sigue. Cuando era niña, los sábados tenía que acompañar a su padre a la quinta. Al llegar allí, su padre examinaba los plátanos y los bananos, los pomelos, limeros y limoneros, y revisaba las trampas para las mangostas. Antes de regresar, hacían provisión de productos que la familia consumiría durante la semana siguiente: plátanos, bananas, pomelos, limas, limones,...