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Mostrando entradas de febrero, 2009

Rodolfo Fogwill - Muchacha punk

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  EN DICIEMBRE DE 1978 hice el amor con una muchacha punk. Decir "hice el amor" es un decir, porque el amor ya estaba hecho antes de mi llegada a Londres y aquello que ella y yo hicimos, ese montón de cosas que "hicimos" ella y yo, no eran el amor y ni siquiera –me atrevería hoy a demostrarlo–, eran un amor: eran eso y sólo eso eran. Lo que interesa en esta historia es que la muchacha punk y yo nos "acostamos juntos". Otro decir, porque todo habría sido igual si no hubiésemos renunciado a nuestra posición bípeda, –integrando eso (¿el amor?) al hábitat de los sueños: la horizontal, la oscuridad del cuarto, la oscuridad del interior de nuestros cuerpos; eso. Primera decepción del lector: en este relato soy varón. Conocí a la muchacha frente a una vidriera de Marble Arch. Eran las diez y treinta, el frío calaba los huesos, había terminado el cine, ni un alma por las calles. La muchacha era rubia: no vi su cara entonces. Estaba ella con otras dos muchachas pun...

La Maquina de Tiempo, una revista de literatura: prosa

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  Icaro - Por Jaroslaw Iwaszkiewicz   Los buitres - Por Oscar Cerruto   El Pecado - Por Tadeusz Rozewicz   Los Cuatro Desaparecidos - Por Thomas Wolfe   Tres Rosas Amarillas - Por Raymond Carver   Los Asesinos - Por Ernest Hemingway   Una visión del mundo - Por John Cheever   El Guardavía - Por Charles Dickens   Micromegas - Por Voltaire   El día no devuelto - Por Giovanni Papini   La vendimia de Sodoma - Por Rachilde   Arachné - Por Marcel Schwob   El Monstruo Verde - Por Gerárd de Nerval   Onnagata - Por Yukio Mishima   ¿Por qué no pueden decirte el porqué? - Por James Purdy   Historia de un muerto contada por él mismo - Por Alexandre Dumas   Sin Mañana - Por Bernardo Kordon   La mendiga de Locarno - Por Heinrich von Kleist   Algo de Tolstoi - Por Tennessee Williams   La Nada - Por Leonid Andreiev   El Hombre Muerto - Por Leopoldo Lugones   La Ley de los Espacios en Blanco - Por Giorgio Pressburger   Volver - Por Antonio Di Benedetto   L...

Julio Cortázar: Cristal con una rosa dentro.

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El estado que definimos como distracción podría ser de alguna manera una forma diferente de la atención, su manifestación simétrica más profunda situándose en otro plano de la psiquis; una atención dirigida desde o a través e incluso hacia ese plano profundo. No es infrecuente que en el sujeto dado a ese tipo de distracciones (lo que se llama papar moscas) la presentación sucesiva de varios fenómenos heterogéneos cree instantáneamente una aprehensión de homogeneidad deslumbradora. En mi condición habitual de papador de moscas puede ocurrirme que una serie de fenómenos iniciada por el ruido de una puerta al cerrarse, que precede o se superpone a una sonrisa de mi mujer, al recuerdo de una callejuela en Antibes y a la visión de una rosa en un vaso, desencadene una figura ajena a todos sus elementos parciales, por completo indiferente a sus posibles nexos asociativos o causales, y proponga -en ese instante fulgural e irrepetible y ya pasado y oscurecido- la entrevisión de otra realidad en...

Luis Fernández - Si tuviera una vagina

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  Si yo tuviera una vagina.Y, digamos, esta noche tuviera una cita con “el hombre de mi vida” (forma muy común de etiquetar al sujeto del encuentro cuando se tiene vagina), tendría por ley que hacerme las dos preguntas fundamentales que me definirían como mujer. En primer lugar, tendría que mirarme largo y tendido en el espejo y afirmar: ¡estoy gorda!, y acto seguido abrir las puertas del closet y preguntarme: ¿qué me pongo? Esa noche, él hablaría de temas variados, fingiría estar interesado en conocerme mejor y en su mente rondaría el único objetivo de penetrar mi vagina. Yo tendría que imaginarme teniendo sus hijos y envejeciendo románticamente a su lado. Luego haríamos el “amor” o, al menos, eso tendría yo que creer. Finalizado el acto, y aunque la cosa dure escasos 13 minutos, y tenga que fingir el orgasmo, tendría que hacerle la segunda de las preguntas: ¿papi, tú me quieres? Él respondería con un monosílabo indescifrable, y yo pasaría la noche en vela convenciéndome de que no soy...

Eduardo Galeano - La náusea

Las bombas inteligentes, que tan burras parecen, son las que más saben. Ellas han revelado la verdad de la invasión. Mientras Rumsfeld decía: “Estos son bombardeos humanitarios”, las bombas destripaban niños y arrasaban mercados callejeros. El país que más armas y más mentiras fabrica en el mundo desprecia el dolor de los demás. “Nosotros no contamos a los muertos”, contestó el general Franks, cuando alguien le preguntó sobre los daños colaterales, como se llaman los civiles que vuelan en pedazos sin comerla ni beberla. Babilonia, la ramera del Antiguo Testamento, merece este castigo. Por sus muchos pecados y por su mucho petróleo. Los invasores buscan las armas de destrucción masiva que ellos habían vendido, cuando el enemigo era amigo, al dictador de Irak, y que han sido el principal pretexto de la invasión. Hasta ahora, que se sepa, no han encontrado más que armas de museo, en muy desigual combate. Pero, ¿son armas de construcción masiva los misiles gigantes que ellos disparan? Los ...

Gerárd de Nerval - El Monstruo Verde

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  1- El Castillo del diablo Voy a hablarles de uno de los más viejos habitantes de París: se llamó en otro tiempo el diablo Vauvert. De ahí surgió el proverbio: "¡Eso es en lo del diablo Vauvert! ¡Váyase al demonio Vauvert!" Es decir: Váyase… a pasear por los Champú-Elysées". Los porteros dicen generalmente: "Está por lo del diablo verde", para expresar un lugar muy lejano. Esto significa que es necesario pagar muy cara la comisión que se les encarga. Pero es por otro lado, una frase viciosa y corrompida, como tantas otras familiares al pueblo parisino. El diablo Vauvert (*) es esencialmente un habitante de París que perdura desde hace siglos, si uno cree en los historiadores. Sauval, Félibien, Sainte-Froix y Dulaure han contado largamente sus escapadas. (**) Parece que en un principio habitó en el castillo de Vauvert que estaba situado en el lugar ocupado actualmente por el alegre baile de la cartuja, en el extremo del Luxembourg y frente a l´Observatoire, e...

Arachné - Por Marcel Schwob

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  Antología del Decadentismo Caja Negra Editora, 2007 versión: Claudio Iglesias Her waggon-spokes made of long spinners'legs; The cover, of the wings of grasshoppers; Her traces of the smallest spider's web; Her collars of the moonshine's watery beams... SHAKESPEARE, Romeo and Juliet (1)    Ustedes me llaman loco y me han encerrado aquí, pero yo me río de sus precauciones y de sus terrores, ya que seré libre cuando yo quiera; huiré lejos de los guardias y de las rejas andando el hilo de seda que me lanzó Arachné (2) . Pero aun no llegó la hora -falta poco, sin embargo; mi corazón va apagándose lentamente, mi sangre palidece. Ustedes, que ahora me creen loco, pronto me creerán muerto, y yo estaré colgando del hilo de Arachné, columpiándome más allá de las estrellas.    Si estuviera loco, no tendría una conciencia tan clara de lo que ha ocurrido; no recordaría con tanta nitidez lo que ustedes llaman mi crimen, ni los alegatos de sus fiscales, ni la sentencia de su juez cob...